miércoles, 14 de febrero de 2018

Convento San Francisco de Asis


Parroquia San Francisco de Asis En la actualidad viven en el antiguo convento de los Ángeles, de 105 ańos de antigüedad, cuatro hermanos. La fraternidad mantiene la Casa de la Pastoral Juvenil y Vocacional de capuchinos, utilidad que ha querido asignarse a las amplias instalaciones heredadas del pasado. El hermano que tiene el servicio de gestión de la fraternidad, hno. Ricardo Miranda, es a la vez encargado de la Pastoral Juvenil y Vocacional de capuchinos de Chile.
Periódicamente congrega por ello a jóvenes y aspirantes a religiosos de distantes lugares. Ellos atienden a la vez, la Parroquia San Francisco erigida desde su fundación en el templo y convento de la Orden. La que abarca un amplio sector del centro de la ciudad, más un territorio netamente rural que alcanza hasta los 25 Km de distancia de la misma.
La vida de esta fraternidad se caracteriza por la atención de la oficina de la parroquia y todos los servicios que a estas compete, como: funerales, bautizos, matrimonios, grupos de catequesis de mamás de primera comunión, algunos grupos sociales, de pastoral, la Orden franciscana Seglar, grupos de jóvenes de confirmación u otros, misas y catequesis en sus seis comunidades de campo. También confluye hacia ellos la búsqueda espiritual: confesiones, consulta, orientación... típica de algunas Iglesias del centro de las ciudades.
En sus 110 ańos en Los Ángeles, los capuchinos españoles y chilenos han dejado una huella en los espíritus de muchos hijos de la zona, bien por su testimonio de vida como por obras realizadas. Esta se refleja en el aprecio que muchos vecinos manifiestan por ellos. En especial se refiere a hermanos como el P. Bienvenido y Fidelito, el hno. Miguel de Cirauqui y otros. Por cierto, el número de la fraternidad actual y el espacio geográfico atendido por ella, se han reducido incomparablemente.
El convento dispone de un ala de edificio de dos pisos y media cuadra de largo, que se habilitó para cobijar encuentros esporádicos de varios días. Además, un templo muy grande y moderno tipo anfiteatro, y otro edificio de dos pisos con locales para reuniones por grupos y una planta de salón de actos.
Todo un costado del templo está arrendado a una escuela gratuita de modesto nivel en todas sus dependencias como en la extracción de sus alumnos; pero netamente católica y muy ligada a los religiosos. También cuenta con una huerta regular con árboles frutales y plantación de legumbres y un galpón para bodega, taller y garaje. Todo ello en el centro de la ciudad y a no más de cuatro cuadras de la plaza de armas.
Los primeros capuchinos de Chile - italianos llegados en 1848 - quedaron sin vocaciones que surgiesen del mismo pueblo chileno, ni siquiera en 40 ańos de estadía, y se redujeron radicalmente en número. Por eso, en 1889 llegaban 11 capuchinos espańoles, que se iniciaron en el país en Concepción y Los Angeles. Para esta fecha, ya no había que esperar ningún repunte de los italianos por la supresión en su país por parte del estado, de todas las órdenes religiosas. Ellos se habían centrado en Santiago y la misión de Araucanía.
Los españoles de Concepción se extendieron en 1891 a Los Ángeles. En principio ellos, al igual que sus antecesores capuchinos, tuvieron por objeto ‘la misión’, e hicieron amago de asumir Araucanía, tomando las estaciones de Boroa y Bajo Imperial (Pto. Saavedra).
En Los Ángeles quisieron crear un convento que fuese centro apostólico para los territorios Pehuenches del Alto Bio Bío y demás campos y poblados a lo largo del cauce del mismo. Lo que de hecho en parte hicieron. Aquí, los capuchinos venidos de España se ejercitarían por algún tiempo, adquiriendo experiencia para el arduo ministerio en territorio mapuche. Además, su propósito fue desde el comienzo, establecer un noviciado para futuros misioneros autóctonos del propio país.
El Noviciado de Los Ángeles no resultó por falta de postulantes y por prejuicio de los españoles, al igual que había sido de los italianos, de falta de idoneidad de los chilenos. Pero se les abría el panorama de misiones de fundos y parroquias de la zona civilizada de Chile. Precisamente, la zona central, en que avanzaba el proceso de afianzamiento del Chile independiente y en que ya se habían enraizado los colonos españoles, campesinos vascos o descendientes suyos. Sus preferencias se acentuaron pronto, identificándose con el rol de predicadores de misiones en las haciendas de la aristocracia agraria, como huéspedes de la familia patronal.
Convencidos que al menos por el momento Araucanía no era su lugar, se allanaron al típico esquema de los conventos en medio de las ciudades y de la población católica. Testimoniarían pues en Los Ángeles, la vida conventual de la época, trasplantada simplemente por lo demás, de lo que era en Europa. Allí se forjarían personalidades de religiosos como los tres arriba nombrados: hno. Miguel, Fidel y Bienvenido. Se dedican a la Orden Tercera, obras antonianas, catequesis de nińos, centro de jóvenes, cofradías, capellanías de Misa, misiones en las casas patronales de fundo, retiros y predicaciones. En 1929 el convento pasó a ser parroquia, y los antiguos frailes más conocidos cual misioneros o predicadores de paso, comenzaron a evolucionar hacia el perfil y talante más clerical y jerárquico, del clero al frente de su territorio o jurisdicción.
El ańo 1943 el convento de Los Ángeles estrenaba su nuevo imponente edificio de cuatro pisos, para estudios de teología y filosofía. Diecisiete ańos habría de funcionar allí la etapa más importante de la formación de capuchinos chilenos. Pasaron por sus aulas más de cuarenta futuros sacerdotes, de los que se ordenaban varios cada ańo: siete en 1953, hasta entrar en crisis, quedar vacío desde 1960 y deber finalmente enajenarse junto con la propiedad de más de la mitad de la manzana, hacia 1972, por inminente 'toma'. Desde entonces hasta hoy, el convento se reducirá a todo el extremo oriente de la manzana. A partir de 1965 los estudiantes en lugar de formarse en Los Angeles comenzaron a hacerlo en S. José de la Mariquina.
La fraternidad capuchina de Los Angeles está hoy ligada a la comunidad eclesial en que está inmersa y a la que sirve, compartiendo su vida, afecto, inquietudes y caminar hacia Dios.











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