Parroquia
San Francisco de Asis En la actualidad viven en el antiguo convento
de los Ángeles, de 105 ańos de antigüedad, cuatro hermanos. La
fraternidad mantiene la Casa de la Pastoral Juvenil y Vocacional de
capuchinos, utilidad que ha querido asignarse a las amplias
instalaciones heredadas del pasado. El hermano que tiene el servicio
de gestión de la fraternidad, hno. Ricardo Miranda, es a la vez
encargado de la Pastoral Juvenil y Vocacional de capuchinos de Chile.
Periódicamente
congrega por ello a jóvenes y aspirantes a religiosos de distantes
lugares. Ellos atienden a la vez, la Parroquia San Francisco erigida
desde su fundación en el templo y convento de la Orden. La que
abarca un amplio sector del centro de la ciudad, más un territorio
netamente rural que alcanza hasta los 25 Km de distancia de la misma.
La vida de esta
fraternidad se caracteriza por la atención de la oficina de la
parroquia y todos los servicios que a estas compete, como: funerales,
bautizos, matrimonios, grupos de catequesis de mamás de primera
comunión, algunos grupos sociales, de pastoral, la Orden franciscana
Seglar, grupos de jóvenes de confirmación u otros, misas y
catequesis en sus seis comunidades de campo. También confluye hacia
ellos la búsqueda espiritual: confesiones, consulta, orientación...
típica de algunas Iglesias del centro de las ciudades.
En sus 110 ańos en
Los Ángeles, los capuchinos españoles y chilenos han dejado una
huella en los espíritus de muchos hijos de la zona, bien por su
testimonio de vida como por obras realizadas. Esta se refleja en el
aprecio que muchos vecinos manifiestan por ellos. En especial se
refiere a hermanos como el P. Bienvenido y Fidelito, el hno. Miguel
de Cirauqui y otros. Por cierto, el número de la fraternidad actual
y el espacio geográfico atendido por ella, se han reducido
incomparablemente.
El convento dispone
de un ala de edificio de dos pisos y media cuadra de largo, que se
habilitó para cobijar encuentros esporádicos de varios días.
Además, un templo muy grande y moderno tipo anfiteatro, y otro
edificio de dos pisos con locales para reuniones por grupos y una
planta de salón de actos.
Todo un costado del
templo está arrendado a una escuela gratuita de modesto nivel en
todas sus dependencias como en la extracción de sus alumnos; pero
netamente católica y muy ligada a los religiosos. También cuenta
con una huerta regular con árboles frutales y plantación de
legumbres y un galpón para bodega, taller y garaje. Todo ello en el
centro de la ciudad y a no más de cuatro cuadras de la plaza de
armas.
Los primeros
capuchinos de Chile - italianos llegados en 1848 - quedaron sin
vocaciones que surgiesen del mismo pueblo chileno, ni siquiera en 40
ańos de estadía, y se redujeron radicalmente en número. Por eso,
en 1889 llegaban 11 capuchinos espańoles, que se iniciaron en el
país en Concepción y Los Angeles. Para esta fecha, ya no había que
esperar ningún repunte de los italianos por la supresión en su país
por parte del estado, de todas las órdenes religiosas. Ellos se
habían centrado en Santiago y la misión de Araucanía.
Los españoles de
Concepción se extendieron en 1891 a Los Ángeles. En principio ellos,
al igual que sus antecesores capuchinos, tuvieron por objeto la
misión, e hicieron amago de asumir Araucanía, tomando las
estaciones de Boroa y Bajo Imperial (Pto. Saavedra).
En Los Ángeles
quisieron crear un convento que fuese centro apostólico para los
territorios Pehuenches del Alto Bio Bío y demás campos y poblados a
lo largo del cauce del mismo. Lo que de hecho en parte hicieron.
Aquí, los capuchinos venidos de España se ejercitarían por algún
tiempo, adquiriendo experiencia para el arduo ministerio en
territorio mapuche. Además, su propósito fue desde el comienzo,
establecer un noviciado para futuros misioneros autóctonos del
propio país.
El Noviciado de Los Ángeles no resultó por falta de postulantes y por prejuicio de los
españoles, al igual que había sido de los italianos, de falta de
idoneidad de los chilenos. Pero se les abría el panorama de misiones
de fundos y parroquias de la zona civilizada de Chile. Precisamente,
la zona central, en que avanzaba el proceso de afianzamiento del
Chile independiente y en que ya se habían enraizado los colonos
españoles, campesinos vascos o descendientes suyos. Sus preferencias
se acentuaron pronto, identificándose con el rol de predicadores de
misiones en las haciendas de la aristocracia agraria, como huéspedes
de la familia patronal.
Convencidos que al
menos por el momento Araucanía no era su lugar, se allanaron al
típico esquema de los conventos en medio de las ciudades y de la
población católica. Testimoniarían pues en Los Ángeles, la vida
conventual de la época, trasplantada simplemente por lo demás, de
lo que era en Europa. Allí se forjarían personalidades de
religiosos como los tres arriba nombrados: hno. Miguel, Fidel y
Bienvenido. Se dedican a la Orden Tercera, obras antonianas,
catequesis de nińos, centro de jóvenes, cofradías, capellanías de
Misa, misiones en las casas patronales de fundo, retiros y
predicaciones. En 1929 el convento pasó a ser parroquia, y los
antiguos frailes más conocidos cual misioneros o predicadores de
paso, comenzaron a evolucionar hacia el perfil y talante más
clerical y jerárquico, del clero al frente de su territorio o
jurisdicción.
El ańo 1943 el
convento de Los Ángeles estrenaba su nuevo imponente edificio de
cuatro pisos, para estudios de teología y filosofía. Diecisiete
ańos habría de funcionar allí la etapa más importante de la
formación de capuchinos chilenos. Pasaron por sus aulas más de
cuarenta futuros sacerdotes, de los que se ordenaban varios cada ańo:
siete en 1953, hasta entrar en crisis, quedar vacío desde 1960 y
deber finalmente enajenarse junto con la propiedad de más de la
mitad de la manzana, hacia 1972, por inminente 'toma'. Desde entonces
hasta hoy, el convento se reducirá a todo el extremo oriente de la
manzana. A partir de 1965 los estudiantes en lugar de formarse en Los
Angeles comenzaron a hacerlo en S. José de la Mariquina.
La fraternidad capuchina de Los Angeles está hoy
ligada a la comunidad eclesial en que está inmersa y a la que sirve,
compartiendo su vida, afecto, inquietudes y caminar hacia Dios.
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